Welcome!
El mundo está lleno de lugares que nadie conoce... y el hombre, hambriento de curiosidad, intenta descubrirlos. Las palabras que achicharran vuestros ojos desde esta pantalla no hacen otra cosa que perderos, pues hay que perderse para alcanzar los destinos más inalcanzables... de lo contrario, todo el mundo sabría dónde están. Perdéos en el mundo onírico, pues nos veremos al otro lado. Bienvenidos
domingo, 3 de enero de 2016
Frustración
Lo peor que pude sentir contra alguien fue envidia. Porque para ella fue fácil olvidarme.
lunes, 24 de febrero de 2014
Parcialidad.
Su rostro se derretía y reconstruía desde cero cada vez que hablaba con una nueva persona. Era de una manera tan exagerada que nadie sabía cómo era en realidad. El día en el que alguien le preguntó quién era, le respondió:
- No he sido otra cosa más que yo mismo desde que nací.
- Pero... si tratas de diferente manera a todos y cada uno. ¿Por qué? -insistió.
- Por el mismo motivo.
- Estás fingiendo.
- ¿Y qué dice eso de todos vosotros?
- Eres un farsante.
- Y tú un absurdo de pie que no acepta la realidad más allá de sus hilos tirándole de los brazos, las piernas y la mandíbula cada vez que deja de estar solo.
- ¿Me estás llamando marioneta?
- Peor: te estoy llamando "persona normal". Un soldado enviado a morir, peón en el ajedrez, grano de arroz en una freidora, hierbajo en un bosque, meteorito en el espacio, pollo en un matadero, ladrillo en una prisión y chispa en un incendio. Eso eres. ¿Te gusta ser normal? Pues ya lo eres: igual de normal e insignificante que el resto del mundo.
- ¿Por qué te enfadas cuando me hablas?
- Porque si no lo hiciera, no sería yo, sino normal.
jueves, 25 de julio de 2013
El Paciente (The Patient)
Mi
ayudante me acompañó hasta la sala de espera.
Había
sido una operación de siete días que desembocó en fracaso. Todos
los del Centro estaban conmocionados, incluido mi jefe, que, además,
era la persona a la que nadie le podía superar en ese momento en
cuanto a la intensidad de su sentimiento de frustración. Nadie
entendía qué había ido mal, pues era la primera vez que se
archivaba un fracaso en este tipo de tratamientos.
Su
mujer estaba al otro lado de la puerta esperando a tener noticias de
su marido. Había sido informada de los riesgos, pero aún así quiso
seguir adelante, pues esperanza era lo único que le quedaba. Había
llegado la hora de informarle sobre la mala noticia.
Nada
más abrir la puerta, pudimos ver mi fiel compañero y yo cómo ella
tuvo un atisbo de necesidad de sentarse, tras estar mucho tiempo de
pie, pero se reincorporaba de inmediato en cuanto percibió el
chirriar de la puerta al área restringida.
- ¡Oh, por fin,
gracias a Dios! - exclamó – Y bien, díganme. ¿Cómo está?
Esperé a que fuese mi compañero quien hablase, pero en lugar
de eso agachó la cabeza.
- Señora... no sé
cómo decirle esto... – conforme iba hablando lentamente, la
sonrisa de la señora se desvanecía – pero no hemos podido curar
a su marido.
- Pero... pero... no
lo entiendo. ¿Cómo ha podido pasar?- Los métodos no surgieron efecto. En cuanto le poníamos delante de sí una comida extranjera, echaba la vista hacia otro lado. Echó a base de peyorativos prejuiciosos a todo conferenciante que venía a hablarle de lo maravilloso que era su país. Cada vez que le sintonizábamos un documental como medida alternativa, cogía el mando a distancia y lo lanzaba contra la televisión. El Centro no nos ha permitido comprar una octava para reparar los daños y asegurar futuros tratamientos. Cada vez que le damos un periódico se va a la sección de pasatiempos y tira el resto por la ventana. Se niega a que lo vean las enfermeras a no ser que tengan un físico atractivo, de lo contrario las abofetea y las echa de la habitación a base de comentarios machistas-
- ¡DIJERON QUE PODÍAN CURARLE! ¡CONFIÉ EN USTEDES! ¡Díganme! ¿¡QUÉ HA SIDO DE ÉL!? ¿¡DÓNDE ESTÁ!? - acto seguido se puso a sollozar de rodillas en el suelo - ¿Qué ha sido de mi marido?... ¿Cómo está?... ¿Está...?
Ni mi compañero ni yo nos dimos cuenta, pero su marido estaba detrás de nosotros. Estaba desnudo y no paraba de gritar “¡MUERTE A LOS HOMOSEXUALES! ¡VIVA TEJERO! ¡ARRIBA ESPAÑA! ¿¡PARA QUÉ QUIERO CONOCER EL MUNDO SI TENGO TODA LA CERVEZA BARATA AQUÍ!? ¡ROJOS, PUTOS ROJOS!” mientras cogía un saco de los de donación de sangre y pintaba una esvástica en la pared. Las enfermeras estaban tan frustradas que ni se molestaron en detenerlo.
Fue entonces cuando mi compañero por fin levantó la cabeza y
concluyó el diagnóstico.
- Señora, su marido
es subnormal.
jueves, 11 de abril de 2013
La Papelería
- Dime, Milán.
- Sí, ¿qué
pasa, Staedler?
- ¿Tú crees
que la perfección existe?
- ¡Por
supuesto que no! Piénsalo por un momento: por eso existimos los Milán y por eso
algunos Staedler o Carioca llevan parte de nuestra genética. La gente comete
errores y la calaña como nosotros estamos para corregirlos. No puede existir la
perfección. ¿Por qué? ¿Acaso tú lo crees?
- Bueno, yo...
piensa en otras familias, piensa en la dinastía Pilot. Ellos, por ejem-
- ¡La dinastía
Pilot también tiene una pequeña parte de nosotros! ¡Hasta con ellos se
equivocan!
- Yo pensaba
que era un mito...
- ¡Todos lo
pensaban! Pero te lo digo yo: si los humanos nunca se equivocaran, ¿¡por qué si
no nos elegirían a todos nosotros más que al resto!?
- Pero por
otro lado, algunos humanos están muy seguros de lo que hacen...
- Sí, esos
precisamente son los ingenuos, por eso son tan pringados de contar con los del
clan Edding. Son tan pedantes e insoportables, ¡no te los quitas de encima
nunca!
- Yo creo que
si existen es por algo... quizás hay cosas de las que los humanos puedan estar
100% seguros, si no, ¿cuál sería el sentido de la existencia del clan?
- Complacer a
los tontos, ¡eso es para lo único que sirven! Cuando luego se den cuenta del
error que han cometido, le echarán la culpa al clan y no a ellos mismos, porque
así de idiotas son.
- Lo mismo
ocurre con el resto de familias, ¿no es así? Los duques de Bic, los diseñadores
Stabilo, los-
- ¡Eh, eh, eh,
eeeeh! No te confundas, novato. Los Stabilo son los que ayudan a los humanos a
tomar no la decisión absolutamente correcta, sino la menos incorrecta de todas
las que hay, son los filtros, por así decirlo, de su agudeza visual.
- Pero
entonces, ¿por qué siguen depositando sus confianzas en nosotros si se acercan
a la verdad que tanto ansían? Si tan cerca se encuentran de no cometer fallos,
¿por qué no recurren a los Edding?
- Porque los
que confían siempre en nosotros son los sabios. Sigue a los que busquen la
verdad, pero desconfía de aquellos que aseguran haberla encontrado.
- Tiene
sentido lo que dices, Milán.
Publicado en la revista mensual "Pensamientos Misceláneos" en Marzo de 2013.
domingo, 14 de octubre de 2012
Estúpidos Proyectiles (Bollocks for Ammunition)
El
sonido de la hoja de arce deslizándose por la mesa al entrar por la
ventana hizo que Matthew se sobresaltara, haciéndole salir de su
humilde trance, mientras la luz rosada y anaranjada de los últimos
momentos de la tarde impactaban contra su rostro. Sin embargo, el
olor a pino húmedo tras la lluvia aún seguía presente en la
aireada atmósfera de la habitación.
Observando
el nuevo entorno al que, tarde o temprano, tendría que acabar de
acostumbrarse, Matt reflexionaba como si no se le hubiese asignado
ninguna otra labor entre aquella masa cósmica de ignorancia,
hostilidad y tensión. ¿Seguro que aquél era su lugar? ¿Realmente
el destino es lo que lo ha impulsado a empezar tal revolución? Si
hay algo de lo que realmente estaría lleno ahora mismo esa noche,
pues no había cenado, eran dudas, pero sobre todo miedo, mucho
miedo:
-
Pero... ¿y si no lo consigo? ¿Y si caigo abatido por tal cantidad
de clichés de cobertura? ¿Y si acabo derribado por un francotirador
que usa estupideces como munición? Y, en todo caso, en el caso de
que fuese capaz de escapar y evitar alguno, ¿quién no asegura que
podría ser otro el que finalizase la tarea?
- ¿Realmente te ves capaz de sucumbir?
El
sobresalto fue tremendo, no lo vamos a negar, y menos con el cielo ya
oscurecido, o al menos así estaba hasta que el destello rojo
irrumpió en aquella luz artificial que los caminantes llamaban
“noche”. Ahora la Vía Láctea era lo que menos resaltaba entre
tanto destello rojizo; parecía un manto en forma de W invertida (no
es una M, no es lo mismo). El pecho le empezó a doler, y notó cómo
aquella mística fuerza le tiraba otra vez. De pronto, una tercera
voz tomó el turno de palabra.
- ¿Acaso
has olvidado lo que has venido a hacer? ¿Lo que quieres ser, lo que
quieres hacer y cómo planeas conseguirlo? ¿Has olvidado cuál es
tu mayor miedo?
No
fueron gotas, ni torrentes, ni mares lo que las lágrimas de Matt
llegaron a crear en aquella habitación de la colina, pero sí la
determinación consecuente... Un tambor masivo que hizo que se girase
sobre sí mísmo para poder ver la guitarra que estaba detrás suya.
- Tienes
muchas armas para conseguirlo, Shrider, pero sin duda, la más
poderosa de todas es tu palabra. Puedes cambiar la vida de muchas
personas que realmente lo necesitan. No todos te lo agradecerán, de
hecho, te tomarán por loco, pero alguien tiene que hacerlo. Que no
te arrastren, no les creas cuando digan que “las cosas son así”,
porque no lo son, mi vida. ELLOS las han hecho así, y es hora de
que tú cambies las cosas, porque si tú no lo haces, ¿quién de
los caídos crees que lo hará? Cada vez hay más y su dolor es
mayor. Debes hacer algo.
- Es
tu destino, Shrider -respondió la otra voz-.
Al fin, tras un momento de
vacilación, Matt agarró su guitarra, salió al pasillo, y, a la vez
que el resplandor rojo iluminaba el oscuro pasillo abarrotado de
explosiones y confusión, gritó lo suficiente como para que aquel
brazo espectral que tiraba de su pecho y aquella silueta rojiza le
pudiesen oír... tanto que media ciudad de Granada tuvo que taparse
los oídos:
- ¡NO
SOY TRAVIS MARSHALL! PERO JURO POR LO QUE MÁS AMO EN ESTE MUNDO
QUE, AUNQUE NO PUEDA CAMBIAR EL MUNDO, EL MUNDO NO ME CAMBIARÁ A
MÍ! ¿¡ME HABÉIS OÍDO!?
Continuará...
lunes, 1 de octubre de 2012
Maldita tormenta (Damned Storm)
Se dice que son impredecibles... y que cuando golpean, lo hacen fuerte, o al menos así lo sentí en el coche. Iba con mis padres, mi hermano mayor, mi peluche y sonaba Muse de fondo. Es el grupo favorito de mi padre. Aquella tormenta era una de las más raras que había conocido en mi vida, porque fue cuestión de segundos que el cielo se volviese oscuridad. Entonces, llegó la primera ráfaga.
No fue nada progresivo. De hecho, todo el agua cayó de golpe mezclada con el granizo más afilado y contundente de la historia. No lo consideraba nieve siquiera, porque podía distinguirlo del agua líquida. Podía hasta sentir cómo el arcoíris ansiaba por salir de aquellos torrentes en el parabrisas, pero eso supondría que llegara a su fin, y aquello, como sospechábamos, estaba muy lejos de acabar. Lo supe cuando sentí el rayo cayendo a nuestro lado, asustando a mi padre y desviándonos de la carretera... lo más curioso de todo fue que aquello no me hacía gritar, ni chillar ni asustarme. Solo veía el coche chocando contra los árboles, azotando las ventanas con sus ramas. Parecían abetos, como árboles de Navidad, cosa preocupante teniendo en cuenta que era agosto y que estábamos en Murcia.
Lo siguiente fue lluvia espesa, acompañada por relámpagos... cabe destacar que ni mi hermano Raúl ni mis padres (ni siquiera mi madre, que no se considera muy valiente aunque yo sé que lo es) se habían ni inmutado de haber sorteado un gran número de árboles exactamente iguales...
Pero sí que fue el rayo final lo que hizo que mi padre pegase un brinco. Mi madre chilló y luego mi padre blasfemó:
- ¡JODER! ¿¡Y AHORA QUÉ!?
Preocupante: la tormenta se había detenido y parado en seco. Nos encontrábamos entre los árboles cuando salió un hombre vestido de uniforme con gorra intentando calmarnos:
- ¡No os preocupéis! ¡No es peligroso, ya he cortado la corriente! Al menos ya ha acabado el lavado del coche, ¿no? No os preocupéis, no hay quemaduras en la carrocería causadas por el cable roto. Malditas ratas...
Y mientras abandonábamos el túnel de lavado automático, me sentí muy estúpida, humillada, pero nada que la sonrisa de mi madre pudiese calmar:
- ¿Has pasado miedo, cielo? No pasa nada, Noelia, no pasa nada...
domingo, 1 de julio de 2012
Colisión. (Crash)
No podía ser cierto. No. De eso nada.
Cual Dios da un paso y no sabe a cuántos humanos ha matado en el acto, el coche aceleró destruyendo y exterminando todo atisbo de vida que quedase sobre el ardiente asfalto, bajo el caucho de los neumáticos.
Ya lo había visto caer, pero no podía permitir que aquella bola de fuego fuese realmente lo que todos pensaban que era. Tenía que ser cualquier otra cosa, ¡CUALQUIERA! ¡Un meteorito, un trozo de satélite, una de las famosas Perseidas! Si realmente fuese aquello, no importaría. Todo seguiría igual que siempre. Todo iría bien y no habría miedo de caer en las fosas de la ignorancia. Los tentáculos espinosos de la estupidez seguirían al margen de todas las personas. Cada uno podría seguir siendo una persona cuya inteligencia, razonamiento y sabiduría harían sombra a la Biblioteca de Alejandría, y podrían ser felices y sentirse seguros de que cualquier cosa se podría resolver.
Pero no era así. Ese día ocurrió lo peor.
Si las amebas tuviesen cerebro y sentimientos, habría un genocidio cada centésima de segundo, pero ninguno como aquel, cuando la rabia de Travish Marshall, filósofo canadiense establecido en Cartagena, gritó a los cielos tras ver la gran bola de fuego rojo que sostenía las mentes del mundo precipitarse contra el mar cercano a Calblanque. El conocimiento había muerto.
O, por lo menos, eso pensaba antes de oír una voz surgiendo de las nubes y el mar.
Mi cuerpo explotará
pero mis cenizas se esparcirán
flotando sobre mis escamas
a los rincones de la humanidad.
Es tu deber guiarlas, Marshall.
- ... Sí, Dragón Rojo.
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